Democracia y libertad de expresión


Democracia y libertad de expresión


Uno de los indicadores para medir el grado de democracia que alcanzan los regímenes políticos en la actualidad es el de la libertad de expresión. Esta libertad para expresarse por cualquier medio impreso o electrónico o incluso de viva voz en una reunión, mitin, asamblea o manifestación pública es un derecho constitucional en México. 

Manifestar las ideas libremente sin temor a represalias es el síntoma inequívoco de que se respeta el derecho a pensar diferente, a disentir, incluso indica que la crítica es bienvenida, porque se reconoce en ella a quienes de manera natural no piensan igual que quienes están al frente de las instituciones públicas.

Es una señal de que en el México de la Cuarta Transformación las libertades constitucionales se respetan plenamente, incluyendo la libre manifestación de las ideas y que, por ello, no existe pensamiento único. 

Sin embargo, a pesar de esto, hay quienes señalan que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es autoritario y coarta el derecho de manifestar libre y públicamente las ideas que sean contrarias al nuevo régimen que estamos construyendo.

A pesar de estos señalamientos, la oposición, moralmente derrotada, no es capaz de citar un solo ejemplo de censura en medios impresos, en redes sociales, en radio o televisión, como sí ocurría en el pasado. Sólo existe queja de una pequeñísima élite que durante décadas vivió privilegiada al amparo del poder público. Creían que ellos eran quienes debían dictar la agenda y se autoproclamaban como el “círculo rojo”, intelectuales del régimen que se sentían la única voz para hablar de política y de temas importantes.

Cuando estos intelectuales orgánicos eran los consentidos del régimen neoliberal eran intocables, pero las voces verdaderamente críticas sí eran acalladas con asesinato o cárcel. Como se decía en otra época: “encierro, entierro o destierro”. Para nadie es un secreto que esos intelectuales y los grandes medios de comunicación estaban en contubernio con el poder político y trabajaban de la mano para defender sus intereses, que eran contrarios a la verdadera libertad de expresión.

A diferencia de esos años de simulación, actualmente se vive una plenitud de derechos, sobre todo en libertad de expresión. A nadie que critique al gobierno federal, y a su titular, se le persigue, censura o encarcela por hacerlo, al contrario, son recibidos en el diálogo circular que el Ejecutivo tiene todas las mañanas y se les permite preguntar lo que quieran, sin temor a represalias. Entran y salen libremente de Palacio Nacional como si nada; algo impensable en otros sexenios.

Pareciera que esos portavoces del antiguo régimen no acaban de entender que hoy se les contesta, se les exhibe y se les señala, algo a lo que no estaban acostumbrados. Esta situación habla de un régimen plenamente democrático donde las ideas, las ideologías y las posiciones políticas sobre diversos temas y entre diferentes grupos son debatidas y cuestionadas. Además, el pueblo hoy tiene la posibilidad de expresar su sentir y pensar.

Por último, pregunto a quienes acusan que sus derechos son coartados: ¿Cuáles de sus derechos políticos o civiles les han sido arrebatados en los últimos dos años?

¡Desde abajo y con la ciudadanía!